Haz llegado, pisando las fuentes
Y encadenaste la sombra a mi destierro,
A tus talones, a la certeza de tu muerte
Me haz comprobado la agonía
De esta lentitud
En que des-ando, el propio tejer de las lumbreras
De los postes raídos como harapos
O estandartes que dirigen sus derrotas
A mis muros
A la ciudad quemada
Como presentes llevados de la boca
Al rotundo vacío de lo extraño.
Permíteme callar,
Ahora decir de lo que muere
De lo quebrado y sin pulso
De la no resistencia a las pelotas
A las monedas, las lunas o los niños
Es decir, a la desgracia, tu desgracia
El final rechinante, la fluctuación del orden
La irreverencia contenida en cada náusea
La risa que escapa de las rejas,
De las paredes húmedas...
Vagabundos y rasantes inquilinos.
Ahora, presénciame
Soy pellejo de los claustros
Asesino de insectos, decatlón de cortaduras
Inmortal suicida.
Ya no me aferro a nada
Tan sólo al cigarrillo
A su exhalación de mí por los aires
Y al viajar de ese polvo
Como terral en una esfera sellada al vacío.
Así, mi continuidad inútil
El final de toda posible algarabía
Al verte llegar… por fin.
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